Alan the Bottom tiene una vida interesante

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El otro día hablábamos de John Robb y su dudoso curioso currículum y sus paridas ideas copiadas sobre la resiliencia. Hoy toca otro nuevo ídolo del Amado Líder: señoras y señores, les presentamos a Alain de Botton – o, como era conocido más popularmente en ciertos departamentos universitarios londinenses, Alan the Bottom (interprétenlo como quieran).

Por si no lo conocen, Alan the Bottom es un pseudointelectualoide pseudofilosófico que se dedica a perpetrar versiones light de autoayuda de clásicos literarios y filosóficos (el libro que lo hizo famoso se llama «Cómo cambiar tu vida con Proust«). Como señaló en una ocasión la (excelente) filósofa y experta en Platón M.M. McCabe en su reseña del libro de The Bottom «Las consolaciones de la filosofía«, Boecio (el autor romano del libro del s. VI que originalmente llevaba ese título) debe de estar revolviéndose en su tumba. (Y, conociendo personalmente a M.M. McCabe, mucho tuvo que ofenderla el libro para que abandonara su habitual amabilidad compulsiva).

The Bottom se dio cuenta últimamente de que hay pasta en el negocio del ateísmo, así que decidió subirse al mismo carro que Dawkins y Hitchens, y dar la vara con el tema. Pero su variante personal consiste en «la religión para ateos»: ¿por qué los ateos tendrían que renunciar a las partes divertidas de la religión, osea, el ritual? De hecho, uno de sus proyectos ahora mismo es la construcción de un «Templo del Ateísmo» de 1 millón de libras en el centro de Londres. El templo consistiría en una torre  ahusada de 46 metros. ¿Por qué esa forma y no una plaza de toros, preguntarán ustedes? Pues por esto:

De Botton reveló detalles de un templo que evocaría más de 300 millones de vida sobre el planeta. Cada centímetro del interior cada vez más estrecho del templo se ha diseñado para representar un millón de años y una delgada franja de oro ilustrará el tiempo relativamente diminuto que los humanos llevan sobre la faz del planeta. El exterior iría inscrito con un código binario, denotando la secuencia del genoma humano.

Surgen las preguntas, y las respuestas sospechadas. ¿De dónde sacaría The Bottom la pasta? Respuesta sospechada: de subvenciones y contribuciones de pobres incautos. ¿De quién sería el código genético que se inscribiría sobre la fachada exterior del chirimbolo? Respuesta sospechada: nos apostamos lo que quieran a que The Bottom ofrece su propio genoma. Desinteresadamente, por supuesto, porque como todo el mundo sabe, él no se mueve por el interés ni por el lucro ni por el egocentrismo.

¿Van entendiendo por qué el Amado Líder se ha empalmado se ha interesado por la movida de The Bottom? Además, The Bottom, que es un filósofo que sólo busca la paz y el sosiego para convencer a sus semejantes de que sólo sabe que no sabe nada y no le interesa el mundanal ruido ni sus obras, ha sacado su propia línea de productos rituales para ateos, las «muñecas de la virtud«: suponemos para que los ateos pongan una velita por las noches en el altar de una Valentía que parece una versión manga de la Victoria de Samotracia (also known as Nike Aptera – una diosa griega. Ejem). Por sólo 22 libras puede rezarle al muñequito como cualquier católico o hindú aunque sea ateo, oiga.

Y aquí es donde el Gran Timonel se ha corrido de gusto ha sido arrebatado por el entusiasmo. Porque está viendo el potencial lucrativo de la religión que no es religión. Porque está viendo que hay pasta en el tema de venderle ritualillos a los descreídos, como quien se monta una comunión laica. Porque, después de todo, el Líder Mesiánico juega en la liga de los sacerdotes y necesita acólitos. Pero hay más, hay más.

La última gilipollez de The Bottom ha sido meterse (con el permiso de sabe dios qué directores de museo atontados) en el Rijksmuseum de Amsterdam y en un par de museos en Melbourne y Toronto a promocionar su nuevo engendro que se llama – chachán – «El arte como terapia«. ¿Y qué ha hecho? Se ha dedicado a poner Post-Its gigantes sobre las paredes de los museos, junto a los cuadros, con genialidades como «Si vamos al gimnasio a ejercitar el cuerpo, ¿no deberíamos ir al museo a ejercitar el carácter?» Enfrente de La ronda de noche de REMBRANDT, una de las joyas del Rijksmuseum y uno de sus cuadros más conocidos y visitados, no se le ha ocurrido otra cosa que poner más que: «No aguanto los sitios llenos – ojalá hubiera menos gente en esta habitación». Y ASÍ TODO. (Hay una reseña adecuadamente salvaje del crítico de arte Adrian Searle en el Guardian).

Bueno, pues a los tartesios les parece que The Bottom se queda corto. Según el Amado Líder, lo que The Bottom muestra es que las obras de arte son generadoras de sentido, o sea «sacer».

(Desvío histórico-arqueológico-filológico: «sacer», o sea, sagrado, PEDAZO DE IGNORANTE, es un término contrapuesto a profano según la teoría de Émile Durkheim, un binarismo que caracterizaría a la religión. «Sacer», de hecho, significa «prohibido, apartado» – es decir, lo reservado a los dioses, a las potencias superiores – y tiene que ver tanto con los dioses romanos como con los tabúes polinesios como con los tótems amerindios como con el shabbat judío como con el sistema de castas hindú. Tiene también que ver con el sacrificio – «sacer-facere»: hacer sagrado, entregar a los dioses – una práctica que se ha realizado DE FORMA LITERAL (matando, en el mejor de los casos, animales) en todas las culturas, incluyendo los romanos que según el Amado Líder tenían una religión meramente alegórica y «no se creían» esas chorradas supersticiosas sobre dioses y ninfas. Ya. Por eso Livio describe en todo detalle sacrificios humanos de celtas y griegos que fueron enterrados vivos en el Foro Boario en época de guerra. Lee un poco sobre pensamiento mágico y magia empática y sobre la mecánica del do ut des del sacrificio antes de decir chorradas sobre lo sagrado, anda).

Así que ahí lo tienen. ¿Veremos una línea de velitas votivas neomitraicas marca Tartessos próximamente? ¿Toritos degollables de juguete que poner junto al portátil? ¿Lobos alados cooperativistas de peluche? (Por cierto, Gebara: ojito con volver a plagiarles la imaginería a los masones, que creo que últimamente se toman el copyright en serio).

Para concluir, quisiéramos citar a Adrian Searle, que, como decimos, hace un trabajo brillante destripando a The Bottom como se merece:

El evangelismo de De Botton y su sinceridad de charlatán le convierten en el guía de museo más desagradable imaginable. No tiene ojo y no tiene oído para el lenguaje. Con sus sermones lameculos y su sintomatología de los fallos humanos, sus aforismos sobre el arte que nos lleva a las mejores partes de nosotros mismos, los textos de De Botton dan la sensación de que te han metido el pie en la puerta. ¡Pero el arte contiene dosis concentradas de las virtudes! Podrías forzar cualquier obra de arte a formar parte de su causa de la higiene mental y el bienestar espiritual. De Botton reduce el arte a su contenido discernible. No hace que queramos mirarlo en absoluto.

Y fíjense lo que pasa si cambiamos sólo algunos términos:

El evangelismo de Gebara y su sinceridad de charlatán le convierten en el guía de empresas más desagradable imaginable. No tiene ojo y no tiene oído para el lenguaje. Con sus sermones lameculos y su sintomatología de los fallos sociales, sus aforismos sobre la vida interesante que nos lleva a las mejores partes de nosotros mismos, los textos de Gebara dan la sensación de que te han metido el pie en la puerta. ¡Pero la vida interesante contiene dosis concentradas de las virtudes! Podrías forzar cualquier tipo de relación humana a formar parte de su causa de la fraternidad y la comunidad real. Gebara reduce la humanidad a movimientos sobre un tablero de go. No hace que queramos jugar en absoluto.

 PS Efectivamente, los tartesios se han tomado el tema éste de la santería atea en serio. Ecco.

1 comentario en “Alan the Bottom tiene una vida interesante

Delibera, aunque sea banal

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